Estaba ausente… se distraía con facilidad, necesitaba estar consciente de lo que tenía que hacer, el recorrido matutino, las bendiciones y despedidas, el cumplir con los deberes, la rutina… había algo que activaba una paz y un esbozo de sonrisa, el reloj checador… Como siempre, empezaba sus tareas y todo era más sencillo, navegaba entre proyectos, archivos, papelería, charlas, revisiones… al final del día, el reloj checador también la despedía…en el trayecto a casa, se perdía en sí misma, en sus recuerdos y en los momentos simples que, por alguna extraña razón, había dejado de hacer y se seguía preguntando ¿Por qué?… momentos tan simples como estacionarse y salir del carro para sentir la lluvia o caminar hacia cualquier fuente y lanzar una moneda pidiendo un deseo o bailar sin razón alguna o cantar a todo pulmón en el tráfico de la ciudad. Vivir en los detalles, distraerse con cualquier cosa: con un limpiaparabrisas, con un idiota al volante, con un espectacular chistoso, con una señora malabarista… y simplemente el tiempo pasaba… pero, en la quietud, en la tranquilidad de su soledad, su mente la llevaba a miles de universos, a miles de posibilidades. Añoraba ese reflejo en el espejo, esa niña rara que sonreía abiertamente por cualquier banalidad y que decía sin miedos lo que pensaba y besaba igual… ella aún estaba ahí, esperando a que la razón se diera cuenta que, a veces, se necesita inyectar emociones, fantasías y locuras, para que latir, signifique mucho más…